Según la Unión Europea, la miel es uno de los cinco productos alimenticios más fraudulentos del mundo, junto con el aceite de oliva, las especias y los productos lácteos. Para ofrecerle una miel que cumpla con la normativa, es imprescindible realizar controles y análisis.
La única manera de garantizar la pureza, así como la denominación de origen floral y geográfica de la miel, es mediante un análisis realizado en un laboratorio.